La diversificación dentro de las carteras, clave para minimizar los riesgos de la inversión
En el mundo de la inversión, uno de los conceptos clave —y recomendación que siempre conviene tener en cuenta— es el de diversificación. Básicamente, se trata de repartir el riesgo dentro del entorno dinámico de la inversión, en el que los muchos tipos de activos existentes pasan por fluctuaciones y situaciones que pueden generar riesgos, pero también oportunidades.
El objetivo básico de cualquier inversión es tratar de obtener un rendimiento o rentabilidad para los ahorros, asumiendo siempre un cierto riesgo de pérdidas. Para buscar esa rentabilidad hay muchos caminos que se pueden recorrer: algunos con mayores peligros, y otros conformes a una estrategia a largo plazo y con la prudencia como principio de actuación. Es aquí donde encaja el principio de diversificar inversiones, en el que no se depende de una única opción de inversión que, en el peor de los casos de graves caídas o crisis —de una empresa o mercado—, nos haría perder gran parte o la totalidad del dinero.
Con la diversificación, además de un reparto del riesgo que se asume al invertir, se trata de buscar el equilibrio entre dicho riesgo y la rentabilidad que ofrecen las diferentes soluciones. Los activos no suelen tener un comportamiento uniforme, ya que sufren oscilaciones y son sensibles a la situación política, económica o financiera. Configurando una cartera variada y con una gestión activa y dinámica, se busca aprovechar las oportunidades de los diferentes tipos de activos en cada momento y, a la vez, minimizar el impacto negativo de las fluctuaciones en el valor de cada activo.
Cómo se diversifica la inversión
Una vez establecidos los objetivos y el perfil de riesgo de cada inversor, el siguiente paso en la configuración de la cartera de inversión es la diversificación. Esta puede hacerse atendiendo a los siguientes factores:
- Tipos de activos: A grandes rasgos, dos de los principales tipos de activos se pueden englobar en lo que se conoce como renta fija y renta variable. Los primeros, con sus matices, ofrecen un tipo de interés fijo y preestablecido (deuda pública, bonos corporativos, etc.), mientras que los activos de renta variable dependen de la evolución de los precios en los mercados (acciones en bolsa, fondos de inversión de RV). Adicionalmente, se pueden considerar en las carteras de inversión otros tipos de activos, como las inversiones alternativas, que pueden ser inversiones en economía real canalizadas a través de soluciones que no están tan vinculadas a la marcha de los mercados.
- Horizonte temporal de la inversión: La diversificación se puede realizar también, siempre según las bases y objetivos iniciales, con inversiones con diferentes horizontes temporales —corto, medio y largo plazo—para los retornos. Por ejemplo, en un momento de altos tipos de interés puede ser interesante optar por la renta fija y ‘jugar’ con la duración en función de las expectativas de evolución de los tipos.
- Por sectores y empresas: Otra forma de tener inversión diversificada es el reparto de la misma en diferentes sectores, y dentro de cada uno de ellos, en varias compañías. Cíclicamente, algunos sectores se comportan mejor en determinadas situaciones y actúan a modo de sectores defensivos. Otros, se configuran como megatendencias de futuro, con potencial de crecimiento, como puede ser en la actualidad el de la tecnología o la transformación energética. Se trata de optar por los que ofrezcan las mejores perspectivas en el corto plazo, en una situación coyuntural, y en el medio y largo plazo, como opción estratégica.
- Por geografía o tipo de países: Los mercados, geográficamente, tampoco tienen un comportamiento uniforme. Aunque la economía es cada vez más global, sí se aprecian diferencias de comportamiento o diferencias temporales en una misma evolución de los ciclos entre las grandes zonas o regiones (Asia, Europa, Estados Unidos o países emergentes). Se puede optar en un momento determinado por sobreponderar una zona o un país sobre otro, en función de las expectativas de la futura evolución.
- Moneda: Muy relacionado con el factor anterior suele estar la forma de diversificar en función de la moneda de referencia de la inversión, para aprovechar oportunidades en las fluctuaciones del mercado de divisas.
- Tamaño de las compañías: Este es otro factor válido a la hora de diversificar, ya que según los momentos y circunstancias, pueden ser más defensivas o mejores oportunidades las inversiones en un determinado tipo de empresas por tamaño (gran capitalización, media o pequeña capitalización).
Como conclusión, podemos recordar varias claves que están íntimamente relacionadas con el concepto de diversificación de las inversiones. Además del reparto de riesgos, la estrategia de largo plazo es la que suele dar buenos resultados con inversión diversificada, que aproveche oportunidades cíclicas y proteja el patrimonio previendo las posibles crisis. Para ello, es vital contar con información, análisis y asesoramiento experto que ayude a construir esas carteras de forma equilibrada en una primera fase, y a realizar una gestión activa que las vaya balanceando en función del entorno económico.
La filosofía de núcleo y satélites, propuesta de Banca March
Llevar a la práctica una diversificación de la inversión no se trata de una simple distribución del capital que se va a invertir entre tipos de activos, sino que conviene realizarla con sentido. Banca March cuenta con una propuesta que recoge el principal objetivo de la diversificación, que es proteger y hacer crecer el patrimonio, con una estrategia que combina la inversión a largo plazo con el aprovechamiento de las oportunidades que surgen en el corto plazo.
Esta filosofía de inversión se traduce en la propuesta del núcleo-satélite, en el que a través de una gestión delegada, se configura y gestiona la cartera de inversión. Esta se compondría de un núcleo táctico, con opciones líquidas, diversificadas y gestionadas de forma activa para aprovechar el momento y las oportunidades del ciclo, en el corto plazo; y de unas palancas de rentabilidad o satélites, que son apuestas con un enfoque de largo plazo y dirigidas hacia tendencias estructurales con vocación de permanencia. Entre estos satélites pueden estar las inversiones en sostenibilidad e impacto, megatendencias de crecimiento, seguros, tesorería, inversiones alternativas o la coinversión.